1. Establecer claramente cuál es el lugar de cada cosa y no cambiarlo de lugar. En la habitación, los libros se pueden colocar en estanterías de fácil acceso y los juguetes cajones o cajas.
2. Para el cuidado de la ropa se establece un sitio para depositar la ropa sucia y un orden para el armario y el zapatero, que el pequeño debe mantener. Para las prendas que ha usado pero aún no se tienen que lavar, puede usar un colgador situado a su alcance.
3. Ayúdale al principio. Ordenar juntos puede convertirse en una actividad lúdica agradable, además el pequeño sentirá que sus padres lo apoyan.
4. Siempre que el niño use algo de la casa, sea suyo o no, pídale que lo vuelva a poner donde estaba.
5. Cuenta historias o narraciones en las que los protagonistas sufren las consecuencias negativas de su desorden o se benefician de los resultados cuando son ordenados.
6. Establecer rutinas. Las actividades diarias deben repetirse sistemáticamente y en un orden establecido. Por ejemplo, al despertar: levantarse, ir al baño, utilizar el inodoro, limpiar el cuerpo, ir a desayunar, cepillarse los dientes, coger la mochila (que siempre debe estar en el mismo lugar y en el pequeño lo habrá preparado la noche anterior) y salir de casa. Cuando regresan al mediodía y entran a la casa: saludos a los padres, cambiarse de ropa (si corresponde), lavarse las manos, ayudar a poner la mesa y sentarse a comer. Del mismo modo, se pueden establecer rutinas a la hora de acostarse, en la higiene corporal, para ir a jugar, etc. Estas rutinas de acciones encadenadas sirven para interiorizar el orden en el estilo de vida y el niño o la niña las realiza sin esfuerzo, sin recibir regaños por el olvido y aumentando así la confianza en sí mismo porque porque sabe lo que debe hacer en cada momento.
Es importante que los padres contribuyan para que los niños adquieran hábitos de orden y organización. Deben:
1. Establecer unos objetivos realistas y progresivos, adaptados a la edad y capacidad de cada niño.
2. Ser pacientes, las cosas no salen a la primera y se van perfeccionando poco a poco con la práctica.
3. Fijar sólo un objetivo alcanzable para un tiempo determinado. Por ejemplo: colocar los juguetes para los primeros quince días. Cuando el niño lo haga de forma habitual, añadir un nuevo objetivo como colocar la ropa y los zapatos.
4. Reconocer los pequeños éxitos recompensándolo con alabanzas: ¡Muy bien, lo estás haciendo perfecto!, ¡El cuarto está muy ordenado!, ¡Estoy orgulloso de ti!, etc. Los gestos afectivos pueden ser valiosas recompensas para ellos. También es conveniente reconocer íntimamente el esfuerzo y el progreso del adulto.
5. Ser un ejemplo. Recuerda que eres su modelo a seguir. Es importante que el niño sepa que nadie es perfecto, sus padres tampoco, y que no se le exige perfección. Cuando los padres asumen sus propios errores, están ofreciendo al pequeño una lección muy valiosa de aceptación, comprensión, tolerancia y amor.
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