Las nuevas generaciones ya nacen con un móvil bajo el brazo. Desde bien pequeños están habituados a la tecnología y siendo todavía muy pequeños se desenvuelven perfectamente con todo tipo de dispositivos móviles.
Por eso, son muchos los centros escolares que aprovechan esta realidad para implementar en la educación recursos como los que pueden ofrecer con las tablets, por ejemplo.
Pero, aunque en un principio puede ser una buena herramienta educativa, el uso excesivo de la tecnología en niños puede tener consecuencias negativas, especialmente a largo plazo, afectando a su vida adulta y generándoles problemas que pueden ser irreversibles si no se tratan desde la niñez.
Ya no nos extrañamos cuando vemos a muchos padres dando de comer a sus bebés con el móvil delante con dibujos animados. Sin embargo, la OMS recomienda que no sea hasta pasados los 2-3 años de edad cuando tengan acceso a un teléfono móvil y con un máximo de una hora diaria, una información de la que se hace eco RTVE.
Entre los motivos que se alegan encontramos:
Los niños cada vez dedican menos a otras actividades que impliquen mayor movilidad, como por ejemplo la práctica deportiva. Tantas horas sentados delante de la pantalla invitan al sedentarismo y pueden provocarles sobrepeso, algo que preocupa tanto a padres como a pediatras, ya que el 30% de los niños de entre 2 y 17 años padece sobrepeso según los datos ofrecidos por la Sociedad Valenciana de Pediatría.
Ofrecer siempre a los niños lo que quieren a través de la tecnología los convierte en personas que valoran menos el esfuerzo. Como están acostumbrados a tener todo de manera inmediata y ser premiados al menor berrinche, cuando se requiere trabajo y concentración por su parte, no son siempre capaces de lograrlo. Esto afectará a su conducta en el futuro, haciendo que tengan problemas de hiperactividad que les impidan centrarse en un único punto. Además, como no han trabajado la paciencia, con cualquier obstáculo que se les presente, se frustrarán rápidamente e incluso podrán provocarles agresividad.
La tecnología tiene el poder de permitirles mostrarse de una forma distinta a como son realmente y muchas veces se sienten más seguros comunicándose a través de ella que en persona. Esto puede llevar a los niños hacia el individualismo, haciendo que pierdan el interés por el contacto personal con los amigos e incluso con la propia familia.
Otra de las consecuencias de la tecnología en los niños es que la sobreestimulación que obtienen, especialmente en las horas previas a irse a dormir, puede hacer que les cueste más descansar la vista y la mente, trastornando sus ciclos de sueño, haciendo que puedan sufrir insomnio y que, en cambio, durante el día tengan demasiada somnolencia.
De ahí la importancia de establecer límites horarios del uso de la tecnología y, además, hacerlo eligiendo los juegos y aplicaciones más adecuados, pactando también tiempos libres de tecnología en los que disfrutar de otras actividades.
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